El lorerío (árbol I)

Qué gratificante es compartir las mañanas con estas amigas.
Llegar al trabajo y verlas (o no, y chatear por la distancia física) para compartir una mañana que puede estar cargada de sueño, cansancio, penas, problemas, alegrías; de repente se transforma en otro día con ellas.
Son amigas que me escucharon mis largos relatos de mal de amores, mis tristezas, mis nervios, mis alegrías momentáneas, mis cotidianeidades.
Son amigas que se ríen de mis morisquetas, de mis bailes exagerados, mi canto lamentablemente desafinado.
Son amigas que me dieron sus consejos, su apoyo moral y sentimental, que me abrazaron fuerte en el momento justo en que necesitaba de ellas.
Son amigas con las que compartimos cumpleaños, festejos de logros, meriendas, helados.
Son amigas que están hasta en los fines de semana.
Son amigas que con una sonrisa, una frase, un mate o un criollo te cambian la forma de encarar el día.
Son amigas con las que compartimos terapias grupales, malhumores, experiencias de vida.
Son amigas con las que podemos reirnos a carcajadas o aguantarnos las malas caras.

Son personas maravillosas.
Ellas, no son compañeras de trabajo. Son mis amigas.
Gracias chicas!! Que hoy esté bien se lo debo en gran parte a todas ustedes.
(Grosas!!!)