sábado, 1 de noviembre de 2008

Plumas con arena

Cerró el libro que escribió con una memoria agotada pero precisa y sintió un alivio en sus manos aplacadas de tanto olvido. Levantó la vista y se encontró con un desierto infinito. Los granos de arena fina se inmiscuían en sus ojos, que agitados intentaban observar… Observar la nada, la inmensidad que reflejaba su mirada. Descubrió que estaba sola. Volvió hacia el libro y no supo qué hacer. Ya había cumplido su objetivo: terminarlo. Y respiró. Y el aire seco se le clavó en los pulmones atabacados de tantas noches de insomnio en que trataba redactar sus últimas páginas. Y de los ojos lastimados por el viento brotaron lágrimas que humedecieron sus mejillas ásperas. Su alrededor era su desierto. Tomó impulso para levantarse. Las piernas acalambradas le temblaron. Hacía días que no comía y su cuerpo sentía la debilidad en la sangre. El corazón agitado y los músculos hechos añico. Decidió caminar y caminar. Abandonó su libro. Y quedó solo, comenzando a cubrirse de arena. De repente volteó la cabeza despeinada y lo vio desaparecer entre las dunas. Lloró. Sintió una puntada fina en su interior. Volvió en sí y continuó su paso en busca de aquello que era su destino.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy bueno Bel!, estas escribiendo?
elvio

Bel. B dijo...

no elvito, son sólo palabras que me brotan en esas ganas de gritarle al mundo y no poder.